Así eran mis Reyes Magos

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ierro los ojos y me veo con mis manitas puestas en la vidriera de la tienda observando los juguetes que habían llegado. No era un 6 de enero, tampoco un 25 de diciembre, sino un día de julio cualquiera.Ni los Tres Reyes Magos ni Santa Claus tenían permiso de entrada a nuestros hogares, por eso quien nos traía los regalos era un camión del gobierno que llenaba, si se puede categorizar de esa manera, la tienda del pueblo.  

 No escribía carta pidiendo que quería porque sabia que no iban a ser tan generosos conmigo.Una semana antes de llegar los juguetes a las tiendas de cada región, se hacia un sorteo con los nombres de todos los niños que vivían en él mismo. Seis días de sorteo, cien niños por día aproximadamente. Nunca viví la alegría de correr hacia el árbol para ver qué regalos me habían dejado. Pero sí corría a ver qué número y qué día me había tocado.  Mi suerte siempre fue pésima, siempre estaba en el cuarto, quinto y sexto día. Las familias iban entrando por orden numérico, lo cual quiere decir, que cuando yo lograba entrar a la tienda ya no quedaba casi nada.

 La emoción era saber quién lograba tener el #1 o estar en el primer día. La desilusión era ver tantos niños asomados a esa juguetería y ver que solo llegaba 1 bicicleta,2 pares de patines, algunos bebes, 1 cocina, así sucesivamente. Todo limitado.Era casi imposible alcázar el juguete soñado y herir en lo más profundo el sueño de un niño. Para los que no saben de lo que hablo, estoy refiriéndome alas décadas de los 70s y 80s.

 Recuerdo verme llorar por un juguete en especifico, implorarle a mi madre que lo quería, que me lo consiguiera a toda costa porque sabia que mis oportunidades eran mínimas.Nunca entendí porque llegaban tan pocos juguetes, porque nos limitaban a tan solo 3 por año.  El básico, no básico y dirigido. Se suponía que los básicos eran los más lindos y llamativos, los no básicos los regulares y los dirigidos el rastrojo que quedaba.  El básico era la bicicleta, un tren, la cocina, los patines, un triciclo, etc. Los no básicos, una plancha, un set de rolos o un juego de tazas. Él dirigido era el juego de palitos chinos, de bolas, una pelota, una suiza, juego de Jacks (yaquis) etc. En mi caso, por siempre tocarme los últimos días, alcanzaba puros dirigidos. La caca que quedaba. Obvio que los primeros iban a aprovecharse con los mejorcitos. Tampoco comprendía la razón de mí tan mala suerte. Con el tiempo entendí, que las familias que estaban marcadas como la nuestra, no tendrían nunca el privilegio de ser los primeros.

 Y sí, crecí marcada, etiquetada de muchas maneras por el simple hecho de quererme ir de un sistema con el que no simpatizaba. Éramos los gusanos, la escoria, la peste de la casa de la esquina. Por querernos ir del país, nos castigaban de todas las formas.No justifico los métodos utilizados, pero entiendo que mucha gente estaba obligada a cumplirlos como robots.  Lo que jamás voy a aceptar, mucho menos olvidar, es que dentro de las medidas de tortura y castigo incluyan a los niños. La infancia se respeta, se cuida, se atesora.

 Yo nunca alcance los primeros días, ni los mejores juguetes por el sorteo que ellos hábilmente manipulaban y controlaban. Pero tuve más juguetes que cualquier niño de mi pueblo. La colección de muñecas más bella que una niña pueda tener. Al juguete que yo le ponía el ojo, de alguna manera u otra, terminaba en mi casa. Aunque me quedé con las ganas de una bicicleta. No tuve Santa Claus ni Reyes Magos, pero tuve una madre que, contra el gobierno, la represión, la vigilancia constante y los abusos sobre ella hizo magia para que sus dos hijas tuvieran los juguetes que querían. Porque contra él poder de una madre no hay gobierno que pueda

 Infancia limitada y dura que no he podido borrar. Lo importante es aprender de lo malo que nos ha tocado vivir. Hoy, vivo la navidad y también los reyes. Los disfruto como una niña que aun tiene anos de felicidad pendientes. Y a mis hijos, les regalo no uno, les doy todo lo que pidan porque la inocencia y el espíritu de navidad son inviolables para un niño.

 Ah, SantaClaus me trajo mi bicicleta anhelada. Nunca es tarde para cumplir sueños.

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